Para presentar Mentalidades
Forclusiones con y sin desencadenamiento
Silvia Amigo
Muy buenas noches a todos. Es una alegría y un honor estar aquí, en la Maison de l´Amérique Latine gracias a la invitación de mi amiga Diana Kamieny. Le agradezco haber puesto en marcha “Psicoanálisis y transferencias culturales”. Y le agradezco igualmente de haber leído y encontrado interesante mi último libro Mentalidades. Forclusiones con y sin desencadadenamiento. Y de incluirlo en la reflexión que sobre síntoma y sinthome tendrá lugar hoy aquí. He preparado un breve texto para que mis comentadores, mis amigos Jean Marie Fossey y Alejandra Ruiz Lladó y el público presente aquí y por zoom pudieran plantearme preguntas.
El libro
El libro parte de una pregunta que me formulé: ¿Qué se proponía Lacan, cuál era su interés clínico cuando introdujo el término sinthome casi al final de su obra, junto al concepto de “mentalidad” cuando parecía estar “todo dicho” acerca de las estructuras clínicas?
El síntoma, para Freud o Lacan, jamás fue considerado una mera aberración a eliminar. En las neurosis es el portador de una verdad del sujeto, es un reparo, un socorro para que la subjetividad se mantenga en pie, para que se sostenga algo del Nombre-del-Padre que desfallece.
En las psicosis el delirio, como síntoma, es intento de curación que trata de integrar como puede al fenómeno elemental que anonada al paciente. Es por esas razones que el psicoanálisis trató siempre con respeto al síntoma. Los analistas tratamos de extinguirlo, es cierto, pero con una intervención justa que no apague al mismo tiempo su verdad y su función para nuestro analizante. Nos negamos por eso en la medida de lo posible, a su aplastamiento químico, conductual o sugestivo.
Pero sabemos además que una pesada carga de pulsión de muerte no totalmente amalgamada con la de vida convive en su trama. Bien conocemos los psicoanalistas esta endemoniada dificultad.
Estas cuestiones clínicas y teóricas, a donde mis más de 40 años de práctica asidua me conducían, hicieron que encontrara particularmente atractivos los seminarios finales de Lacan, que parecen a primera vista tan poco relacionados con la labor cotidiana de cualquier practicante. Encontré allí maneras de formalizar la respuesta que de hecho me daban mis pacientes: no les era posible ni perder, ni cortar con todo el goce del síntoma; ni sublimar toda la carga de la pulsión de muerte.
Por eso, apenas sobrepasada la primera impresión de dificultad y extrañeza que las construcciones lógicas y nodales de esos desarrollos producen al practicante no habituado a manipular tales objetos topológicos, la utilidad para la clínica de esos seminarios resulta enorme.
La Mentalidad
Consideremos la palabra mentalidad. Este término introducido en el seminario R.S.I. (real, simbólico e imaginario pero también herejía) nombra la capacidad de mantener las cuerdas de esos registros juntas, unidas sin des/encadenar. Es decir, formando algún nudo mental que mantenga estable, anudado, “mentalizado” al sujeto. Este nudo que lo estabiliza puede ser borromeo y en ese caso se tratará de una estructura neurótica. O puede no serlo, pues hay varios nudos mentales. Entones la mentalidad podrá mantenerse estable, más frágilmente, sin ser neurótica. La mentalidad, tejida con consistencias R,S,I, se comporta como la red del equilibrista que impide al sujeto caer al vacío del brote psicótico. O, en las neurosis, enfrentar momentáneamente la crisis de pérdida de sentido en la melancolización o la descompensación pasajera.
Veamos qué significa con exactitud clínica perder el nudo mental, des/encadenar.
En lo simbólico: el significante aparecerá fuera de la cadena simbólica, en lo real, como fenómeno elemental, alucinatorio. Será remendado por el delirio, que intenta dar un sentido, bizarro pero sentido al fin a ese “significante” que vuelve desde lo real, expulsado de lo simbólico.
En lo imaginario: el cuerpo se ha de perder, estallando. Despersonalización, imposibilidad de reconocerse en el espejo, certeza de ser transparente. Hipocondría delirante. Sentimiento de pérdida o putrefacción de órganos internos.
En lo Real del goce: aparecerá ese desorden característico que se dio en llamar poussee à La femme (nótese la mayúscula). Como goce predador. Falta la mesura que hace al goce tolerable. Ese goce atormenta al sujeto. Lo hace su esclavo. Lo avergüenza, lo humilla o lo obliga a ejercerlo sobre otros.
La mentalidad evita estas eventualidades sosteniendo la red subjetiva. Se sostendrá mejor con un nudo borromeo de tres o cuatro consistencias (mostrar dibujos 1 y 2) que corresponde a la estructura neurótica, o más precariamente con otros nudos más frágiles, como el de trébol ( dibujo 3), o los del estilo del que Lacan supone en Joyce (dibujo 4), de los que diré unas pocas palabras. &
Todos esos nudos mentales son considerados en el libro que hoy comento ante ustedes.
Me limitaré a comentar que cada cuerda es un toro (una suerte de cámara de aire con un agujero periférico o alma, y uno central) donde lo que importa es no violar la regla de composición. Un nudo es borromeo si y solo sí cada cuerda se anuda a las demás sin anular el agujero central de la otra. Sin violarlo. De violarlo, se va a producir un accidente forclusivo. Esta es una novedad que introduce Lacan al final de su enseñanza: es en nombre del padre que cada registro subjetivo mantiene su independencia y singularidad respecto de los otros. El nudo sería pues un último hito en las escrituras lacanianas de la función paterna.
Síntoma y sinthome. Savoir y faire avec el goce del síntoma
Lacan introducirá también la segunda pieza clave de esta época de su ruta: el sinthome como cuerda suplementaria, cuarta en el borromeo que mantiene ligadas a las otras tres. Para que el nudo se teja, se sostenga, se necesita esa consistencia suplementaria que llama sigma (S), una suerte de simbólico plus. Este Sigma anuda a R.S.I como sinthome (dibujo 5). Se trata de algo hecho con material tomado de lo que antes fuera síntoma.
Mentalidad y sinthome vienen al lugar donde Lacan comprende que: 1) hay erre de la metáfora, esto es, impotencia de lo más granado de lo simbólico para cubrir lo real y por lo tanto 2) un no todo del alcance de la ley del padre para apagar el goce podrido del síntoma. En cualquier estructura clínica. Cosa que no iguala las estructuras clínicas. A pesar de que muchos lacanianos se lanzaron a opinar lo contrario.
Esto obliga a diferenciar sinthome borromeo de sinthome logrado en nudos no borromeos (como por ejemplo el célebre de Joyce postulado por Lacan), espontáneo en el escritor irlandés, o sinthome arduamente construido por el equipo tratante en las psicosis, sinthome menos estable justamente debido a su no espontaneidad. (Gráficos 4 y 5)
Qué hacer con el goce del síntoma
Un resto de ese goce “podrido” no puede ni elaborarse al 100%, ni recibir un “corte” del 100%, ni sublimarse al 100%. En su XXIV Seminario, L´ insu… Lacan comenta cómo para que eso real que es el síntoma se “disuelva” se interviene simbólicamente. Hay algo del goce del síntoma enraizado a la pulsión de muerte y a lo más pesado del narcisismo con el que los recursos mencionados resultan impotentes. ¿Cómo hacer con ese residuo? Allí se espera el auxilio del sinthome. Del savoir-y-faire-avec. Es decir, arreglárselas con una dificultad seria, importante, muy molesta. Volvamos al seminario L´insu…. Allí, y esto coincide con la apreciación de cualquier analista con oficio, comenta bajo qué condiciones puede darse por buena una transformación del síntoma en sinthome. Se trata de 1) “haber tomado distancia de ese síntoma”. Lo leo así: haber pasado por la máquina elaborativa del análisis personal el número suficiente de veces para desgastar las determinantes de ese síntoma y haber advertido la satisfacción que nos retiene allí. Que no solo nos molesta sino que nos ha servido para singularizarnos y “salvarnos” en la infancia o juventud, pero que más tarde ha devenido un goce excedentario que nos parasita y que complica nuestra vida en sociedad. 2) Se trata además, añade Lacan de “haber tomado garantías” respecto de ese síntoma. Vuelvo a comentar cómo lo entiendo: haber sometido a la prueba del lazo con otros y suficiente cantidad de tiempo para constatar cómo hemos resuelto qué hacer con ese goce para el que hemos encontrado el camino de su transformación en sinthome.
El sinthome, de ahí en más será eso sin lo que no podemos arreglárnosla. A diferencia de la sublimación, que es un destino posible de la pulsión, el sinthome resulta de un trabajo analítico con el síntoma y su goce no sublimable. Será eso con lo que “tendremos relación”, que nos irá “como anillo al dedo”.
De allí que Lacan proponga “identificarse” al ¿síntoma, al sinthome? ¿Cómo saber a ciencia cierta cuál de las dos palabras pronunció, que en francés suenan a los oídos prácticamente idénticos y se trata de una enseñanza oral?
En el libro que ante ustedes hoy presento propongo que hacia los finales de análisis habría una cuarta identificación. Se trata de una identificación al sinthome. Ya no al campo del Otro. Sino a un rasgo de autoría propia del sujeto: un rasgo extraído de aquello que fuera su síntoma.
En el fantasma antes de que el análisis opere se enquista un goce incestuoso acompañado, para castigarlo, del golpe del padre. Este golpe entraña también goce masoquista. Estos goces pervivían en lo “podrido” del goce del síntoma.
No hay contradicción alguna entre la travesía del fantasma y la obtención del sinthome, aunque sí, desde luego suele haber décalages temporales entre uno y otros logros en análisis.
Tres situaciones clínicas diferentes
Como trato de desarrollar el viraje de síntoma a sinthome puede, con fines didácticos, puede referirse a tres situaciones clínicas:
- En las neurosis. En estas estructuras hace algo con el goce excedentario del síntoma que comandaba el fantasma en el analizante. Hacia el final de su aventura analítica el sujeto encontrará, en el lodo de lo que fuera lo “peor” de su goce, las hebras de su quehacer sinthomatico.
- En las psicosis, donde la verwerfung desbarató el buen anudamiento y el sujeto arriesga hundirse en el fenómeno elemental con reparación delirante de altísimo costo en el lazo social; el equipo tratante podrá intentar detectar cuál hilo de goce rescatar para enhebrar un sinthome pero no borromeo. Ese sinthome es sumamente útil. Pero su carácter no espontáneo le da un sesgo frágil, necesitado de continuos “retoques” por el analista y su equipo. Estas consideraciones no quitan mérito alguno a la tarea que se lleva a cabo en esta práctica.
- Están también los casos de forclusiones con corrección espontánea que probablemente jamás desencadenen. Esto da razón del subtítulo del libro que les presento: Forclusiones con y sin desencadenamiento. Pero si no hay desencadenamiento:
¿Cómo llamar estas estructuras? ¿Cómo considerarlas neurosis si su nudo mental no es borromeico? Añado yo que las vidas de los sujetos de esos nudos presentan bizarrías, y muchas. ¿Cómo llamarlos psicóticos si no desencadenan frente a la aparición de Un Padre en lo real en oposición simbólica al sujeto? Recordemos que esa es una cláusula imprescindible para diagnosticar psicosis. Estas bizarrías suelen constatarse en el lazo social o en la descendencia.
Tras los pasos del Joyce de Lacan
En su seminario Joyce Le Sinthome, Lacan encara esta última eventualidad que, si bien existía de hecho clínicamente, no había sido formalizada de derecho. ¿Podría haber lapsus forclusivo de nudo y que aún así no se presente desencadenamiento? Esto equivale a que quede fuera de juego, verworfen el Nombre del Padre, que se evidencia en el nudo mental como interpenetración entre cuerdas-toros. En tal lapsus nodal una consistencia se arroga el derecho de abolir al agujero central de otra cuerda-toro. Borra su agujero y le impide o dificulta anudarse. Pone en riesgo la mentalidad del sujeto.
Lacan mismo “debilita” su tripartición entre neurosis, psicosis y perversión que resulta tan útil y que sin duda alguna ordenó la nosografía y la práctica clínicas. Al introducir esta posibilidad clínica formaliza de hecho un “caso límite” del lado de la Verwerfung.
Para Lacan en Joyce su sinthome repara el error de anudamiento en el lugar mismo del error de estructura: la relación verworfen con su padre, que implica también a su patria y su tradición.
Insistiendo en su concepto de mentalidad, en este seminario se afirma que Joyce la conservó durante toda su vida, a pesar de (siempre según las hipótesis, muy bien fundadas del analista francés) padecer de una interpenetración donde simbólico y real anulan en parte, el uno respecto del otro, los respectivos agujeros reales. He aquí cómo fracasa la ley de composición de la borromeidad. (Gráfico 5) De estar en funciones, en cambio, esta interpenetración estaría interdicta, y los agujeros reales de cada registro conservados. Lacan afirma que Joyce padece una “Verwerfung de hecho” del Nombre del Padre. Afirma que James sostiene a su padre (John Joyce, el hombre, no así su nombre simbólico del que carecería). Pero lo sostiene renegando de él. Queda por establecer qué podría diferenciar esta “forclusión de hecho” de una “de derecho”.
Sólo a título provisorio me arriesgo a sugerir que una forclusión de derecho cumple con el requisito de no esperar el Nombre-del-Padre al sujeto en el lugar del Otro. Mientras que una “de hecho” parece provenir del desfallecimiento del padre como personaje insolvente, precario. Incapaz de llevar a cabo la transmisión de un falo que a él mismo le cuesta portar como emblema. A falta de esa firmeza fálica, John Joyce es fanfarrón, dilapidador, en ruina progresiva y constante. Adora a James, su hijo favorito. Pero no puede otorgarle “cuidados parentales en el justo me-Dios”.[1] Y descuida a los muchos hermanos, a los que les solicita sostener económicamente al primogénito.
¿Cómo es que no desencadena el irlandés, cómo es que no pierde al anillo de lo imaginario, cómo no le vuelve desde lo real ese significante forcluído? Responde Lacan que ha logrado construir una suerte de gancho, un anillo, un ego[2] (a falta de un imaginario) que mantiene juntas las cuerdas, otorgándole una mentalidad que no ha de perder. A ese anillo, anudado de manera no borromea en el caso del literato, lo ha de llamar egosinthome. (Gráfico 5)
¿Por qué medios habría logrado Joyce su egosinthome? Lacan se inclina por la escritura: hecha con y contra el inglés, lengua del conquistador, a la que inmortaliza, aniquilándola. Venganza sutil de su gaélico perdido. Literatura donde se basa en los ideales estéticos de su amado Santo Tomás de Aquino (de allí el sinthome madaquin), católico, para, abominando de esa iglesia, sus rigideces y su Papa, arremeter contra el protestantismo del opresor.
Sobre esa escritura Joyce se yergue, como sobre su escabeau (su tarima, su belleza). Como se ve, su escritura corrige la Verwerfung en el mismo lugar del error: la relación verworfen con el Padre – Patria.
Hay otras hebras que tejen, junto con la escritura, su sinthome. De su trama es también hilandera Nora, su mujer, ésa que “no sirve para nada”, cuasi analfabeta, dispuesta a seguirlo sin chistar en su errancia, la que soporta su alcoholismo y su falta continua de dinero, su precariedad esencial. Ella le hace de “guante dado vuelta”. Lo envuelve y lo contiene para que no se le escabulla el cuerpo.
Este sinthome no borromeo, con su mentalidad conservada no borromea, no neurótica, es espontáneo. Su misma espontaneidad le da ese carácter sólido, que no necesita “retoques”. Mientras el sinthome arduamente construido por un analista se demuestra útil, pero es sumamente lábil, tiende a perderse. Y requiere una y otra vez la intervención analítica para volver a trenzarlo.
Hemos hecho un sucinto recorrido tratando de establecer algunas diferencias entre síntoma y sinthome. He tratado de atenerme a la convocatoria de Diana Kamienny para este ciclo. Es una cuestión de aguda importancia clínica. Vale la pena recordar que la cuestión retoma sorpresivamente la preocupación que nos Freud nos legó cuando introdujo el concepto de Reacción Terapéutica Negativa como escollo en las curas. Nadie abandona tan fácilmente su síntoma. En su segunda tópica dejó abierto este interrogante al que, así lo creemos, intenta responder su lector Lacan con el hallazgo del sinthome, concepto introducido hacia el final de su obra y de su vida.
[1] Lacan, Jacques. Véase la cuarta clase de su seminario R.S.I. Inédito, donde propone por primera vez una suerte de descripción del Padre real, agente de la castración.
[2] Ibid nota 2 Clase del 11/5/76