Aportes del psicoanálisis

Congreso : Facultad de Psicología Universidad de Buenos Aires. 27 noviembre 2025

Traducción, fantasma y transferencia

S.Amigo

Los temas de traducción, fantasma y transferencia parecen no guardar un hilo conector entre sí. Se articulan sin embargo en la formalización y la clínica freudianas. Su eslabonamiento es particularmente nítido en un caso clínico que tuve la ocasión de supervisar en una reciente visita a la ciudad de México ante un grupo de analistas entusiastas y deseosos de formalizar su trabajo. Estos practicantes hacen suya la advertencia de Lacan cuando afirma que el analista es al menos dos. El que ejerce su práctica y el que a esa práctica la formaliza.

Inscripción y memoria en el sujeto

La noción de traducción es esencial en la teorización metapsicológica de la clínica psicoanalítica. Desde los inicios Freud concibe al aparato psíquico como una superficie de inscripción muy diferente de un mero lugar neurológico que funcionara como el de cualquier animal dotado de un sistema de neuronas capaces de retener memoria químicamente.1

Pero nuestra inscripción psíquica, la del sujeto que nos interesa como analistas, no está situada en la sustancia gris. En esa diferencia radica la distancia con las neurociencias, que piensan que el inconsciente se localiza en la sustancia extensa. Si así fuera cualquier animal tendría un aparato psíquico, un inconsciente.

Esta fue la perspicacia de Freud, además de darse cuenta de que memoria y percepción, que se requieren sine qua non la una a la otra, sin embargo, se oponen. Si nuestra percepción estuviera taponada de memorias, no podríamos tener la libertad de percibir nada nuevo. De hecho, a veces nos sucede estar repletos de memorias y no estar abiertos a ver ni a escuchar novedad alguna. Dormimos muy cómodos observando el mismo film y escuchando la misma cantinela. Y también es función de nuestra práctica analítica que podamos despertar para estar abiertos a recibir algo real, nuevo, no consabido.

Freud -y Lacan tuvo muy en cuenta el carácter de escritura del psiquismo-, concibió al aparato psíquico como un sistema de varias capas de inscripción. Entre cada estrato estableció diferentes vínculos: el de la transcripción y de la traducción. Es preciso desglosar algunas diferencias entre estos dos términos.

Veamos cómo define Freud estos “estratos” o niveles de inscripción.

1 Esos sistemas orgánicos existen: el más simple es un pequeño ganglio nervioso, por ejemplo el de los caracoles del tipo de las Aplysias que estudio Kandel y que le valieron el nobel de Medicina y Fisiología de 2000. Observándolos y experimentando descubrió las bases de las memorias de corto y largo plazos. El más complejo es el sistema nervioso central de los mamíferos superiores. Entre ellos el más completo es el nuestro, el cerebro de Homo Sapiens.

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Un primer sistema, el de la percepción conciencia carece de memoria. Por la razón que comentaba. Imposible que ingresara una nueva percepción si el sistema estuviera abarrotado de señales.

Lo sigue un sistema de huellas de esas percepciones: los Wahrnehmung Zeichen (WZ) o signos de percepción, organizados por contigüidad y continuidad, tal como vienen de la realidad en bruto y aún no pasados al régimen del inconsciente. En un primer tiempo Lacan identificó estos WZ al significante, para luego estilizar su teorización y dejar al significante una especificidad mayor. En este nivel de WZ, insisto, las relaciones son de mera acumulaciones por simultaneidad.

Recién en el inconsciente el sujeto añade las relaciones causales que unen las representaciones de cosas entre sí según una causalidad escrita en el fantasma. Recién allí es que se esboza algo de un orden que se salga del mero transcurrir de los hechos fácticos y pase por una lectura de eso que Lacan llamó “vector intencional”. Es allí que podemos encontrar un inicio de respuesta subjetiva en forma de fantasma. Algo que el sujeto crea para responder al ¿qué me quiere el Otro? El sujeto comienza a responderse algo acerca de esa realidad que se le impone para que intente registrar.

“Los efectos se sostienen en ausencia de las causas”2 modifica Lacan el adaggio originalmente latino a su manera y apenas forzando la lengua para subrayar hasta qué punto la construcción de la causa inconsciente es un trabajo subjetivo, y más aún, un hallazgo en y por la transferencia cuando el sujeto está en análisis y desea estar advertido de aquello que mueve su deseo.

Traducción y transcripción

Antes de pasar al ejemplo si se quiere brutal que tuve ocasión de supervisar añadiré que de la inscripción inconsciente falta pasar a la pre consciente. Cuando el sujeto está en condiciones de añadir la representación de palabra a la representación inconsciente puede estar advertido de su causación y también de la punta, por así decirlo, visible deliceberg de su fantasma inconsciente. Tal como lo expresa poéticamente Lacan recién entonces el sujeto podrá saber si “quiere lo que desea”. 3

Cuando entre inconsciente y representación de palabra está impedida la traducción Freud afirma que estamos en presencia de la represión secundaria. Esto es muy importante clínicamente. La cuestión de la traducción no es un concepto ajeno a nuestra disciplina, ni es solo literario, sino que se halla en su centro. El proceso clínico de la represión radica la ausencia de traducción entre esos los sistemas inconsciente y pre

Ablata causa tollitur effectus (sustraída la causa se sustraen los efectos) es pasado al plural por Lacan. Ablata causa tolluntur effectus permite ser traducido, dada la posibilidad de traducir el verbo tollere por “destruir” como “sustraída la causa se sustraen los efectos”.
3 Muchas veces deseamos algo pero por diferentes razones (porque debiéramos pagar un precio muy caro

para obtenerlo –un gran esfuerzo, algún riesgo, una incomodidad) cedemos en nuestro deseo, rechazamos lo que deseamos.

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consciente. Imposibilitada de ser traducida la representación inconsciente pulsará en retornar como escrito en las formaciones del inconsciente: sueños, lapsus, chistes.

Pero entre los WZ y las representaciones inconscientes no opera una traducción. No es ese el mecanismo por el que se pasa de un sistema de inscripción (de signos o señales, Zeichen) al otro (representaciones). ¿Qué destino es esperable para los WZ cuando no pueden hacerse representaciones inconscientes? ¿Cómo se elaboran esas primeras huellas por así decirlo “crudas” de los hechos vividos, esas que se acumulan por simple contigüidad y continuidad, como en un depósito? ¿Qué destino les cabe cuando no pueden pasar a hacerse representaciones ya tocadas por la causa inconsciente, ya tocadas por el sujeto que – vía la causa- comienza a hacer fantasma con lo que Freud llamara “lo visto y lo oído? Para pasarlas al inconsciente debe actuar otra operación: la transcripción. Esta sucede si el Otro acompaña y da su asentimiento para que el sujeto logre pasar al régimen subjetivo del inconsciente.

Se trata de otra operación con otra eficacia clínica. Pues implica el pasaje de un sistema de inscripción hacia otro sistema con otra lógica. 4

Entre el sistema inconsciente y el pre consciente en cambio, sí hay traducción porque se levanta la represión entre dos sistemas de igual lógica, el de las representaciones.

La transcripción entre sistemas diferentes requiere un esfuerzo y un intermediario. Y en el psiquismo del sujeto pasa algo de importancia crucial: en la transcripción entre WZ e inconsciente se habrá pasado al régimen fantasmático de la causa.

A la vez, por la traducción entre inconsciente y pre consiente el sujeto habrá advertido su causa deseante. Esta última parte del trabajo encuentra en el sujeto una parte activa en la tarea. Si bien viene del Otro el material de inscripción, parte de la responsabilidad de la tarea quedará en el filiforme margen de la libertad del sujeto. Este se dará margen de dibujar la grafía, el borde de la letra del objeto que causa su materia deseante.

Esa parte de las operaciones psíquicas se hacen “artesanalmente”. Porque si bien “el inconsciente es el discurso del Otro”, el psicoanálisis jamás abogó por quitar al sujeto su cuota de libertad y responsabilidad en lo que le toca del dibujo de su destino. También es su cuota de esta alternativa su demanda de análisis y su perseverancia en continuarlo.

Y allí se suma nuestra responsabilidad al dirigir los análisis y al registrar en cuál zona de intervención somos convocados a actuar. Se trata de muchos eslabones éticos a recorrer. Y entre otras responsabilidades la de diferenciar si el problema clínico que la transferencia nos presenta se encuentra en la zona de la imposibilidad del analizante para la transcripción o en la zona, usual en las neurosis más clásicas, de la traducción (es decir de la imposibilidad de traducción).

4 Para dar un ejemplo en el orden de la biología y la genética: la transcripción de la información del ADN situado en el núcleo de la célula viva llevada a cabo por el ARN mensajero hace pasar información crucial como orden de síntesis de una proteína que el organismo necesita en ese momento para la sobrevida. De ADN a proteína ocurre una transcripción.4

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Cuando el problema nuclear está en la zona de la transcripción, la posición clínica seguirá siendo efectiva y analítica. Pero el dispositivo será otro, y la transferencia por ende tomará otro matiz. Siempre dirigida por el discurso del paciente. Único sujeto en análisis.

La supervisión

Piden supervisión la analista de una niña de 11 años, sus acompañantes terapéuticas y la analista de su padre.

Juli concurre a una escuela privada de cierto prestigio. Nunca se integro bien ni le fue bien académicamente. Pero fue aprobando de año en año. Tiene 11 años. Ya ha tenido su menarca a los 10 años. Por eso su analista la nombra como adolescente. Es muy alta y muy delgada, le lleva una cabeza a su compañera de clase más alta. El cabello, muy enmarañado, crespo y desordenado, le cubre casi por entero la cara. Durante las sesiones por mucho tiempo solo utilizará el uniforme del colegio. Sea el de clases o el de gimnasia. Es huérfana de madre desde los 5 años. Su padre es mano derecha de un riquísimo industrial. ¿Secretario o guardaespaldas? Ni la analista ni las acompañantes terapéuticas pueden ubicar la respuesta. Pero el jefe no tolera que este señor no esté a su disposición.

Siempre se la consideró una alumna “rara” y huraña, poco y nada relacionada con sus compañeros de clase y poco aplicada académicamente si bien a prendió a leer, escribir y a hacer cuentas.

Su conducta, sin embargo, no causaba problemas en el ámbito escolar hasta una fecha precisa.

Desde ese momento (dos meses antes de la consulta) comenzó a “portarse mal”. Se puso agresiva, contestadora, violenta. Su padre fue llamado por las autoridades y la psicopedagoga escolares para advertirle de la situación y urgirlo a ponerla en tratamiento, cosa que el padre solo hará cuando se amenace con expulsar a la hija.

En seguida comentaré acerca de la madre.

Un mes antes de la consulta a su analista comenzó a insultar, a amenazar de muerte, a desear a sus compañeros y aun a sus maestras y maestros que se mueran o que se maten, a agredirlos con botellas rotas ex profeso para cortarlos. A escupirlos y arrojarles líquidos. A tirar patadas de tipo karate. En fin, se volvió una alumna peligrosa e imposible.

La psicopedagoga reiteró al padre la urgente necesidad de un tratamiento psiquiátrico y psicológico del cual dependería que Juli pudiera dar los exámenes para no perder el año. Mientras tanto estaba a punto de ser suspendida de no concurrir con acompañantes. Es así que el padre “contrata” a la analista quien arregla que tenga acompañantes terapéuticas que la acompañarán a la escuela.

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Curiosamente, la analista que dirigía la cura no había tomado en cuenta la importancia de lo acontecido justamente dos meses antes del desencadenamiento de la crisis clástica. Sucedió que el padre permitió que la niña y su hermano varón dos años mayor visitaran a su abuela materna. No la veían a ella ni a la familia materna desde la muerte de la madre. La visita se debió a la insistencia de Juli. La abuela, durante la corta visita, increpa al padre diciéndole que es el responsable de la muerte de la hija. Que de él dependía cuidarla y que él no supo hacerlo. Que es un canalla y que todos los que estén a su cuidado serán morirán como su hija.

Los niños son testigos de esa escena. Luego se desencadena la crisis agresiva de la niña.

El padre dio una versión oficial a sus hijos sobre la muerte de su madre. Según esta versión el deceso fue causado por un tumor cerebral, que primero habría causado una psicosis por la masa ocupante y más tarde la muerte. Las cosas no fueron así. Ya lo explicaré.

Cuando tuvo a su segunda hija, a Juli, la paciente en cuestión, su mamá tuvo la certeza de que su cuerpo había sido víctima de maquinaciones que habían introducido a un enemigo en su interior. El delirio jamás cesó. La madre intentó ahogar a su beba cuando esta tenía 3 meses en la ducha de la casa. Fue rescatada por la abuela paterna, quien se encontraba en el domicilio.

A los 3 años intentó ahogarla en el mar estando de vacaciones. Una veraneante gritó pidiendo auxilio y el padre la retiró del agua. Luego del episodio la madre es internada en una clínica psiquiátrica durante largo tiempo. Cuando le dan el alta vuelve a la casa, con indicación explícita de no quedar sola en ningún momento.

El marido sin embargo la deja sola en la casa cuando va a trabajar y los niños están en la doble escolaridad con refuerzo escolar incluido a donde concurren 12hs por día.

A los 5 años de Juli y a los 7 de su hermanito la encontraron ahorcada al volver de clases. Estaba colgada de un parante de la cama cucheta de donde ellos dormían. Ante el espectáculo tangible y visible el padre les dice que la madre tenía un tumor cerebral que le ha causado la muerte porque no la dejaba respirar.

Durante el velatorio la abuela materna y los hermanos de la madre acusan al padre a los gritos y frente a todo el mundo de asesino. Juli, según cuentan el padre, corría y jugaba durante la ceremonia fúnebre sin mostrar tristeza. El hermanito lloraba.

La familia de la madre pierde contacto con los chicos.

En la visita que precede a la crisis en que el padre permite la visita, la abuela materna insiste en la acusación. En ese episodio se desencadena la conducta agresiva de la niña.

El tratamiento, condición para que la niña no sea expulsada, consistirá en sesiones para la niña, acompañamiento terapéutico para ella y sesiones para el padre, a las que este concurre muy irregularmente.

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En la supervisión aparece el padre, para decirlo muy rápidamente y centrarme en Juli, como un caso como si, al estilo de los de Hélène Deutsch. Lo real no lo toca, no hay afecto. Pasa por encima de él como si no permeara en lo más mínimo. No hay en él crueldad ni bondad. Carece de posibilidad de percibir lo real del otro. Solo piensa en no perder horas de trabajo y adopta las opiniones de su madre sobre sus hijos. Esta abuela convive con ellos desde la muerte de la esposa. El padre comenta que fue muy severa con él y que por eso salió “muy derecho”. Le encargó la crianza de los hijos.

Los niños viven con este padre, que ya tiene una nueva novia, y con la abuela paterna quien afirma cada vez que puede que Juli es idéntica a su madre. Que va a terminar mal. Que es cuestión de tiempo. Que está loca. El padre le ha dado permiso para que “los eduque”. Esto incluye castigos físicos ocasionales.

La escuela y la familia saben cómo sucedió la muerte. La madre padecía una paranoia. En su delirio su hija mujer era su gran enemigo, su perseguidora electiva. Por eso los dos intentos de ahogarla. A los hijos se les insiste sobre la cuestión del tumor a pesar de la opinión en contrario de los psicopedagogos de la escuela, quienes tienen orden estricta del padre de no informarlos de los hechos. Y a pesar de haber sido testigos oculares del suicidio.

Las sesiones

En la primera sesión, según se refiere, Ale se coloca enrollada en un gran almohadón que hay en el consultorio de su analista y se balancea un poco, coloca su boca sobre la tela y semi ahogada luego de un largo silencio en que no responde a las preguntas que para alentarla le dirige la analista, cuenta que su madre era muy buena, que sería feliz si tuviera a su mamá. Relata que murió de un tumor cerebral. Al mismo tiempo se sienta y escenifica algo que se va a repetir. Sentada, cierra los ojos, ladea la cabeza y se hace la ahogada y la muerta.

Luego comenta que odia a cada una de las personas de su entorno. Que quiere que se mueran. Que, mejor aún, se maten.

Cuenta que no quiere comer la comida que hace su abuela. Explica siempre semi ahogada que no le gusta. Que la abuela se ofende y la castiga.

La escena de taparse la boca y ahogarse en sesión insiste. También la insistencia en comentar lo del tumor de la madre. Las agresiones en la escuela persisten. La escuela pierde la paciencia y solicita que la niña siga los cursos de forma on line. Las acompañantes se transforman en cuasi maestras de apoyo para que pueda rendir sus exámenes y no pierda el año. Ante las acompañantes y en sesión reitera la escena “actuada”. Tardarán en darse cuenta: escenifica el ahorcamiento. No hay demostración de afecto en esa mostración que insiste.

Consultada la familia la analista se entera de que Juli es reprendida cuando ante ellos reitera su mostración. El equipo, en cambio, la deja hacer con mucha paciencia. Acoge

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la escenificación. La analista le comenta sin ser intrusiva que ya van a descubrir lo que significa lo que ella actúa.

Retengamos esto. Es como si una huella de percepción insistiera en ser mostrada pero no solo sin pasar a la conciencia, sino sin siquiera alojarse en el inconsciente para desde ahí retornar como formación del inconsciente bajo la forma de un escrito como un sueño o un acto fallido. Es una imagen bruta que se muestra buscando alguien que esté dispuesto a darle cabida. Lo encontrará recién en la analista y las acompañantes. Estas huellas, aun no representaciones, pasan directamente al cuerpo. Para poder más tarde llegar a ser representaciones deberán ser transcriptas a otro sistema de -por así decirlo- lenguaje. Estas huellas no constituyen aun representaciones inconscientes.

El equipo tratante, aun sin haberlo teorizado hasta el momento de la supervisión, no comentó con la niña ni “interpretó” esa suerte de mostración intercalada en las sesiones de análisis o durante las horas de acompañamiento terapéutico. Pero la acogió sin interrumpirla. Muchas veces se le pidió a Juli que la dibujara.

Conformación del cuerpo erógeno

Mientras tanto se producen cambios en la niña .Va a haber una ganancia en el cuerpo erógeno. Pide comprar ropa junto a las acompañantes. A partir del cuarto mes de tratamiento cambia sus uniformes escolares por ropa de moda. Solicita arreglar su cabello con alisados. Hay una lenta adquisición de cuerpo erógeno, del que se podría decir que carecía. Comienza a saludar con abrazos algo bizarros a la analista, las acompañantes terapéuticas y también a los eventuales paseantes con quienes se cruza en las salidas con ellas, lo que produce algunos sustos en los transeúntes. Lentamente podrá matizarlos por abrazos y saludos más acordes a situaciones socialmente esperables.

Comienza a dar los exámenes. Y a frecuentar las revistas de mangas japonesas. Dibuja figuras de mangas con bastante fineza. Disfruta de los animés. Dice desear hablar un idioma que nadie comprenda, como el japonés, sobre todo en su casa.

Una entrevista importante. Una ocasión desperdiciada

Algo importante pasa: pide que la analista cite a su padre para hacerle preguntas sobre su madre. El padre, citado reiteradamente, tarda dos meses en hacerse presente. Una vez lograda la sesión, Juli intenta hacerlo hablar francamente sobre la madre. Este señor desaprovecha una ocasión preciosa de dar alguna versión audible, una media verdad sobre esa mujer. En vez de eso comenta que era un ser maravilloso, que amaba a la hija, que la adoraba y cuidaba e insiste en la versión de que murió de un tumor cerebral.

Cuando deja esa sesión con el padre, Juli dice a la analista por primera vez: “mi mamá se suicidó”. La analista no necesita afirmar ni negar. Simplemente pregunta: ¿Cómo lo hizo? Allí, en transferencia, acaba de ocurrir una transcripción. Lo que eran huellas pasan a través de las sesiones a poder pertenecer al régimen inconsciente y en presencia del analista, a la representación de palabra. Pero el proceso no sigue la lógica que

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tendría en una neurosis clásica, donde habría sido transcripta la huella en representaciones inconscientes, avalada por la palabra del Otro, y vuelto como escrito en un sueño, por ejemplo. Para recién abrirse paso al pre consciente. Aquí no hubo tal apoyo. Fue en transferencia y en una edad avanzada que la cuasi adolescente pudo decir y decirse francamente esa terrible verdad.

Las consecuencias de la transcripción. El final abrupto…y esperable

Como la niña no puede, por estructura, calcular lo que puede y lo que no puede decir en su casa, comienza a desmentir abiertamente a su papá y a su abuela afirmando allí el suicidio de su madre. Ellos acusan al equipo de haber revelado información inconveniente a la niña.

No hay manera de que abuela y padre comprendan que los chicos han percibido claramente la escena suicida. Y que esa percepción fue impactante y ha dejado huellas. Cuando a un chico de le deniega la verdad de una percepción, la palabra del adulto entra en colisión con lo visto y lo oído. El clivaje producido es de un daño inmenso. Y provoca por lo general este enclave de huellas no posibilitadas de transcripción que van a inducir consecuencias en el cuerpo y en el carácter dada su no tramitación en el inconsciente propiamente dicho.

En esas circunstancias clínicas de nada hubiera valido la interpretación clásica, porque el analizante no se encuentra “en zona” de recibir tal intervención. Se imponen otras. El semblante de charla, la espera paciente, la mirada atenta a la mostración, la invitación al dibujo o al canto y las que la investigación clínica pueda eventualmente repertoriar.

En el momento en que Juli integraba al régimen de la palabra la semi verdad sobre su madre, el padre encuentra una vacante en un colegio cuyo director promete “poner límites” a la nena “díscola” y aconseja (siempre según el padre) discontinuar el tratamiento, ya que la niña había aprobado el año escolar y estaba más tranquila.

El tratamiento es bruscamente interrumpido.

No sabremos si podrá, sin el sostén de la transferencia, continuar su proceso de transcripción y luego de traducción en orden de hacer algo más erógeno su cuerpo. Algo más prometido a la relación con los otros.

¿Podrá sostener en el tiempo los puentes que tendió entre las zonas clivadas de su aparato psíquico?

¿Acudirá el padre a la analista si la frágil balanza que mantiene a esta pequeña estabilizada vuelve a desequilibrarse?

Es de esperar que alguna huella (para volver al tema que aquí se trata) haya dejado el paso del análisis en la vida de esta niña. Es probable sin embargo que prime en ella el peso de lo que Lacan señala en su conferencia de Ginebra sobre el síntoma. Seguramente siempre llevará marcas de cómo ha sido tan poco aceptada por sus padres.